Baltasar Gracián "Arte de Prudencia" (1647)

2. Genio y Ingenio. Los dos exes del lucimiento de prendas: el uno sin el otro, felicidad a medias. No basta lo entendido, deséase lo genial. Infelicidad de necio: errar la vocación en el estado, empleo, región, familiaridad.

3. Llevar sus cosas con suspensión. La admiración de la novedad es estimación de los aciertos. El jugar a juego descubierto ni es de utilidad ni de gusto. El no declararse luego suspende, y más donde la sublimidad del empleo da objecto a la universal expectación; amaga misterio en todo, y con su misma arcanidad provoca la veneración. Aun en el darse a entender se ha de huir la llaneza, assí como ni en el trato se ha de permitir el interior a todos. Es el recatado silencio sagrado de la cordura. La resolución declarada nunca fue estimada; antes se permite a la censura, y si saliere azar, será dos vezes infeliz. Imítese, pues, el proceder divino para hazer estar a la mira y al desvelo.

4. El saber y el valor alternan grandeza. Porque lo son, hazen inmortales; tanto es uno quanto sabe, y el sabio todo lo puede. Hombre sin noticias, mundo a escuras. Consejo y fuerças, ojos y manos; sin valor es estéril la sabiduría.

5. Hazer depender. No haze el numen el que lo dora, sino el que lo adora: el sagaz más quiere necessitados de sí que agradecidos. Es robarle a la esperança cortés fiar del agradecimiento villano, que lo que aquélla es memoriosa es éste olvidadizo. Más se saca de la dependencia que de la cortesía: buelve luego las espaldas a la fuente el satisfecho, y la naranja esprimida cae del oro al lodo. Acabada la dependencia, acaba la correspondencia, y con ella la estimación. Sea lición, y de prima en experiencia, entretenerla, no satisfazerla, conservando siempre en necessidad de sí aun al coronado patrón; pero no se ha de regar al excesso de callar para que yerre, ni hazer incurable el daño ageno por el provecho proprio.

6. Hombre en su punto. No se nace hecho: vase de cada día perficionando en la persona, en el empleo, hasta llegar al punto del consumado ser, al complemento de prendas, de eminencias. Conocerse ha en lo realçado del gusto, purificado del ingenio, en lo maduro del juizio, en lo defecado de la voluntad. Algunos nunca llegan a ser cabales, fáltales siempre un algo; tardan otros en hazerse. El varón consumado, sabio en dichos, cuerdo en hechos, es admitido y aun deseado del singular comercio de los discretos.

7. Escusar vitorias del patrón. Todo vencimiento es odioso, y del dueño, o necio, o fatal. Siempre la superioridad fue aborrecida, ¡quánto más de la misma superioridad! Ventajas vulgares suele disimular la atención, como desmentir la velleza con el desaliño. Bien se hallará quien quiera ceder en la dicha, y en el genio; pero en el ingenio, ninguno, ¡quánto menos una soberanía! Es éste el atributo rei, y assí qualquier crimen contra él fue de lessa magestad. Son soberanos, y quieren serlo en lo que es más. Gustan de ser ayudados los príncipes, pero no excedidos, y que el aviso haga antes viso de recuerdo de lo que olvidava que de luz de lo que no alcançó. Enséñannos esta sutileza los Astros con dicha, que aunque hijos, y brillantes, nunca se atreven a los lucimientos del Sol.

8. Hombre inapassionable, prenda de la mayor alteza de ánimo. Su misma superioridad le redime de la sugeción a peregrinas vulgares impressiones. No ai mayor señorío que el de sí mismo, de sus afectos, que llega a ser triunfo del alvedrío. Y quando la passión ocupare lo personal, no se atreva al oficio, y menos quanto fuere más: culto modo de aorrar disgustos, y aun de atajar para la reputación.

10. Fortuna y Fama. Lo que tiene de inconstante la una, tiene de firme la otra. La primera para vivir, la segunda para después; aquélla contra la invidia, ésta contra el olvido. La fortuna se desea y tal vez se ayuda, la fama se diligencia; deseo de reputación nace de la virtud. Fue, y es hermana de Gigantes la Fama; anda siempre por estremos, o monstros, o prodigios, de abominación, de aplauso.

11. Tratar con quien se pueda aprender. Sea el amigable trato escuela de erudición, y la conversación, enseñança culta; un hazer de los amigos maestros, penetrando el útil del aprender con el gusto del conversar. Altérnase la fruición con los entendidos, logrando lo que se dize en el aplauso con que se recibe, y lo que se oye en el amaestramiento. Ordinariamente nos lleva a otro la propria conveniencia, aquí realçada. Freqüenta el atento las casas de aquellos Héroes Cortesanos, que son más teatros de la Heroicidad que palacios de la vanidad. Ai Señores acreditados de discretos que, a más de ser ellos oráculos de toda grandeza con su exemplo y en su trato, el cortejo de los que los assisten es una Cortesana Academia de toda buena y galante discreción.

12. Naturaleza y arte; materia y obra. No ai velleza sin ayuda, ni perfección que no dé en bárbara sin el realçe del artificio: a lo malo socorre y lo bueno lo perficiona. Déxanos comúnmente a lo mejor la naturaleza, acojámonos al arte. El mejor natural es inculto sin ella, y les falta la metad a las perfecciones si les falta la cultura. Todo hombre sabe a tosco sin el artificio, y ha menester pulirse en todo orden de perfección.

14. La realidad y el modo. No basta la substancia, requiérese también la circunstancia. Todo lo gasta un mal modo, hasta la justicia y razón. El bueno todo lo suple: dora el no, endulça la verdad y afeita la misma vejez. Tiene gran parte en las cosas el cómo, y es taúr de los gustos el modillo. Un vel portarse es la gala del vivir, desempeña singularmente todo buen término.

19. No entrar con sobrada expectación. Ordinario desaire de todo lo mui celebrado antes, no llegar después al excesso de lo concebido. Nunca lo verdadero pudo alcançar a lo imaginado, porque el fingirse las perfecciones es fácil, y mui dificultoso el conseguirlas. Cásase la imaginación con el deseo, y concibe siempre mucho más de lo que las cosas son. Por grandes que sean las excelencias, no bastan a satisfazer el concepto, y como le hallan engañado con la exorbitante expectación, más presto le desengañan que le admiran. La esperança es gran falsificadora de la verdad: corríjala la cordura, procurando que sea superior la fruición al deseo. Unos principios de crédito sirven de despertar la curiosidad, no de empeñar el objecto. Mejor sale quando la realidad excede al concepto y es más de lo que se creyó. Faltará esta regla en lo malo, pues le ayuda la mesma exageración; desmiéntela con aplauso, y aun llega a parecer tolerable lo que se temió extremo de ruin.

26. Hallarle su torcedor a cada uno. Es el arte de mover voluntades; más consiste en destreza que en resolución: un saber por dónde se le ha de entrar a cada uno. No ai voluntad sin especial afición, y diferentes según la variedad de los gustos. Todos son idólatras: unos de la estimación, otros del interés y los más del deleite. La maña está en conocer estos ídolos para el motivar, conociéndole a cada uno su eficaz impulso: es como tener la llave del querer ageno. Hasse de ir al primer móbil, que no siempre es el supremo, las más vezes es el ínfimo, porque son más en el mundo los desordenados que los subordinados. Hásele de prevenir el genio primero, tocarle el verbo después, cargar con la afición, que infaliblemente dará mate al alvedrío.

27. Pagarse más de intensiones que de extensiones. No consiste la perfección en la cantidad, sino en la calidad. Todo lo mui bueno fue siempre poco y raro, es descrédito lo mucho. Aun entre los hombres los Gigantes suelen ser los verdaderos Enanos. Estiman algunos los libros por la corpulencia, como si se escriviessen para exercitar antes los braços que los ingenios. La extensión sola nunca pudo exceder de medianía, y es plaga de hombres universales por querer estar en todo, estar en nada. La intensión da eminencia, y heroica si en materia sublime.

70. Saber negar. No todo se ha de conceder, ni a todos. Tanto importa como el saber conceder, y en los que mandan es atención urgente. Aquí entra el modo: más se estima el no de algunos que el sí de otros, porque un no dorado satisfaze más que un sí a secas. Ai muchos que siempre tienen en la voca el no, con que todo lo desazonan. El no es siempre el primero en ellos, y aunque después todo lo vienen a conceder, no se les estima, porque precedió aquella primera desazón. No se han de negar de rondón las cosas: vaya a tragos el desengaño; ni se ha de negar del todo, que sería desauciar la dependencia. Queden siempre algunas reliquias de esperança para que templen lo amargo del negar. Llene la cortesía el vacío del favor y suplan las buenas palabras la falta de las obras. El No y el Sí son breves de dezir y piden mucho pensar.

76. No estar siempre de burlas. Conócese la prudencia en lo serio, que está más acreditado que lo ingenioso. El que siempre está de burlas nunca es hombre de veras. Igualámoslos a éstos con los mentirosos en no darles crédito: a los unos por rezelo de mentira, a los otros de su fisga. Nunca se sabe quándo hablan en juizio, que es tanto como no tenerle. No ai mayor desaire que el contino donaire. Ganan otros fama de dezidores y pierden el crédito de cuerdos. Su rato ha de tener lo jovial, todos los demás lo serio.

90. Arte para vivir mucho: vivir bien. Dos cosas acaban presto con la vida: la necedad o la ruindad. Perdiéronla unos por no saberla guardar, y otros por no querer. Assí como la virtud es premio de sí misma, assí el vicio es castigo de sí mismo. Quien vive aprisa en el vicio acaba presto de dos maneras; quien vive aprisa en la virtud nunca muere. Comunícase la entereza del ánimo al cuerpo, y no sólo se tiene por larga la vida buena en la intensión, sino en la misma extensión.

114. Nunca competir. Toda pretensión con oposición daña el crédito. La competencia tira luego a desdorar, por desluzir. Son pocos los que hazen buena guerra, descubre la emulación los defectos que olvidó la cortesía. Vivieron muchos acreditados mientras no tuvieron émulos. El calor de la contrariedad aviva o resucita las infamias muertas, desentierra hediondezes passadas y antepassadas. Comiénçase la competencia con manifiesto de desdoros, ayudándose de quanto puede y no deve; y aunque a vezes, y las más, no sean armas de provecho las ofensas, haze dellas vil satisfación a su venganza, y sacude esta con tal aire, que haze saltar a los desaires el polvo del olvido. Siempre fue pacífica la benevolencia y benévola la reputación.

126. No es necio el que haze la necedad, sino el que, hecha, no la sabe encubrir. Hanse de sellar los afectos, ¡quánto más los defectos! Todos los hombres yerran, pero con esta diferencia, que los sagazes desmienten las echas, y los necios mienten las por hazer. Consiste el crédito en el recato, más que en el hecho, que si no es uno casto, sea cauto. Los descuidos de los grandes hombres se observan más, como eclipses de las lumbreras mayores. Sea excepción de la amistad el no confiarla los defectos; ni aun, si ser pudiesse, a su misma identidad. Pero puédese valer aquí de aquella otra regla del vivir, que es saber olvidar.

235. Saber pedir. No ai cosa más dificultosa para algunos ni más fácil para otros. Ai unos que no saben negar; con éstos no es menester ganzúa. Ai otros que el No es su primera palabra a todas horas; con éstos es menester la industria. Y con todos, la sazón: un coger los espíritus alegres, o por el pasto antecedente del cuerpo o por el del ánimo. Si ya la atención del reflexo que atiende no previene la sutileza en el que intenta, los días del gozo son los del favor, que redunda del interior a lo exterior. No se ha de llegar quando se ve negar a otro, que está perdido el miedo al No. Sobre tristeza no ai buen lance. El obligar de antemano es cambio donde no corresponde la villanía.

284. No sea entremetido, y no será desairado. Estímese, si quisiere que le estimen. Sea antes avaro que pródigo de sí. Llegue deseado, y será bien recebido. Nunca venga sino llamado, ni vaya sino embiado. El que se empeña por sí, si sale mal, se carga todo el odio sobre sí; y si sale bien, no consigue el agradecimiento. Es el entremetido terrero de desprecios, y por lo mismo que se introduze con desvergüenza es tripulado en confussión.